Desde pequeña tuve la necesidad de ayudar. Durante mi etapa escolar participaba de cualquier actividad social que se me presentara, en la universidad fui voluntaria por años de Un Techo para Chile (UTPCH), en el trabajo semanal en campamentos en el área de fomento productivo, siempre he sentido que cada persona es valiosa y que debe luchar por lo que se proponga. Algo de esto pude visualizar cuando en la primera semana de universidad nos dijeron: “Ustedes están aquí no para ocupar un puesto de trabajo sino para generar puestos de trabajo” , probablemente ese fue el momento en que me sentí útil dentro de la universidad, ya que podría llevar a cabo mi misión, que era dar oportunidades para que las personas mejoraran su vida. Sin embargo, poco a poco sentía que esa poderosa frase se esfumaba a lo largo de los años de estudio, ya que me di cuenta que me estaban educando para ser una excelente ejecutiva.
Posteriormente, quedé embarazada antes de titularme, y lo que decidí en ese momento fue ser independiente y que no perdería tiempo con mi hijo a cambio de un trabajo estable, por lo que seguí estudiando para ganar valor como profesional.
Mi área de especialización fue el emprendimiento y me sentí en mi camino otra vez. Sin embargo, mientras más estudiaba la cultura emprendedora y los ecosistemas emprendedores de nuestra Región, vi que algo fallaba, que muchos desistían y que otros no se atrevían a ir por más. Me propuse descubrir qué era eso que no permitía prosperar a través de una actividad de forma sostenible. Y según lo aprendido y la experiencia descubrí que todo esta en nuestro interior.
Lo mas duro y desafiante fue ver que nosotros mismos somos la principal barrera de nuestro crecimiento. Que desde pequeños crecimos con la idea de no fracasar, de no equivocarnos, de no hacer preguntas porque sino nos molestaban en el colegio o quedábamos como tontos. De no colaborar, porque entonces el compañero ganaba el incentivo y no yo, de entender que el dinero solo lo tienen los malos y que aveces se puede y a veces no en la vida. Pero debemos darnos cuenta de que, cuando más crecemos, es a través de la superación de obstáculos, que es excelente equivocarse, que es bueno colaborar porque juntos se llega lejos, que el dinero no es malo y que es necesario cuestionarse muchas cosas para poder tomar decisiones.
Cambiar los paradigmas aprendidos es lo que nos hace crecer, solo debemos comprender que nuestro cerebro es nuestro activo más preciado, que son los pensamientos que tenemos los que nos hacen tener la vida que tenemos. Solo cambiando un “no” por un “cómo” nos abre una ventana llena de posibilidades y de crecimiento. Tenemos que actuar en base a nuestra pasión, a lo que sabemos que debemos hacer con nuestra vida y no en base al miedo. Para ser exitosos tenemos que tener una mente abierta, una realidad flexible y habilidades para convertir nuestras ideas en empresas reales y provechosas.